(Artículo publicado en la revista de difusión de la Asociación Médica Homeopática Argentina, “Homeopatía para todos”), Año VI,  Nº  19)

El caso era difícil. El perrito negro que acababa de revisar, tenía 4 años de edad, y estaba enfermo desde los 6 meses.

Si bien su vida no estaba en peligro inmediato, las erupciones que lo atormentaban sólo cedían con grandes dosis de corticoides, para volver a presentarse poco tiempo después. Las dosis fueron creciendo con los sucesivos tratamientos, y éstos a su vez se fueron haciendo más frecuentes.

Habíamos llegado al límite y acá estábamos, tratando de encontrar un camino para solucionar los problemas de Yaka.

El la época en que lo adoptaron, estaban pasando en la televisión la serie “Yaka Zulu”, y el pelo renegrido de nuestro paciente definió su nombre, al igual que otros muchos perros y gatos, que milagrosamente se salvaron de llamarse “Negro” o “Negra”.

Lo que más me preocupaba era que no encontraba la manera de orientar el caso, debido a que Yaka no parecía tener síntomas que me permitieran localizar con exactitud su medicamento.

Identificar síntomas lo suficientemente precisos, era vital para tener éxito en el tratamiento homeopático, y yo estaba fracasando antes de comenzar... pero quizás me estaba apurando mucho y me había olvidado de empezar por el principio.

Veterinario Homeópata.- ¿Cómo entró Yaka a la familia? ¿Se lo dio un conocido, lo encontró, lo compró en la calle?

Propietario.- Lo encontramos. Yo soy de un pueblo, en el medio del campo. Una vez que estaba de visita se nos acercó, y ya no se nos despegó más.

V.H.- ¿ Qué edad tenía?

P.- Era apenas un poco más chico que ahora, yo calculo que tendría 6 meses. Estaba bastante mal.

VH.- ¿ Estaba enfermo?

P.- No precisamente. Estaba muy flaco, en muy mal estado, y como era dócil lo empezamos a acariciar, y luego de un rato nos dimos cuenta de que tenía algo raro en el cuello.

Tenía una infección, y alrededor de todo el cuello un engrosamiento en la piel, como si fuera un collar, un collar de cicatrices infectadas.

Revisándolo mejor vimos que tenía un alambre clavado profundamente en la piel. Con mucho trabajo logramos cortarlo, y terminó viniendo a Buenos Aires con nosotros.

V.H.- Lamentablemente, he visto estos casos con cierta frecuencia en perros encontrados en zonas rurales. Les atan un alambre al cuello cuando son cachorros, y a medida que el perro va creciendo, se le entierra cada vez más en la carne. Lo va matando su propio crecimiento.

P.-  Yo había visto hacerlo con los árboles, y ya es una crueldad, ¡pero hacérselo a un animal!

Era evidente que Yaka había sufrido mucho antes de encontrarse con su nueva familia, y eso era muy importante conocerlo para encontrar el medicamento que necesitaba. Con este nuevo dato pude elegir finalmente el mejor tratamiento, y la mejoría fue verdaderamente espectacular.

P - ¿Por qué le interesó tanto ese asunto del alambre?

VH.-  Es un dato de la historia de vida de Yaka, y es lo suficientemente importante como para marcar un antes y un después de ese suceso. Tiene mucha trascendencia en la forma en que este perro se enferma.

P - ¿ El sufrimiento que pasó, pudo haberlo enfermado? ¿ se puede acordar de eso ?

VH - No sé si él se acuerda, pero no tengo ninguna duda de que un sufrimiento del pasado puede originar el desequilibrio de la Fuerza Vital, que por lo común solemos llamar enfermedad.

Cuando podemos precisar ese hecho del pasado, que tiene tanta importancia como para desencadenar los síntomas del presente, se nos presenta una posibilidad inmejorable de curar mediante un tratamiento homeopático.






     

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