El mito del perro asesino, en nuestro país se da con el Dogo Argentino y el Dobermann. En otros países en los que razas como el Pit Bull o el Bull Terrier tienen mayor presencia, les tocará a ellas cargar con este mote injustificado. No existe ningún animal que sea asesino.

En el caso de las fieras salvajes, la agresividad obedece a sus instintos de supervivencia para cazar y alimentarse. Aunque muchas de las escenas filmadas y pasadas en los documentales puedan parecernos crueles, es un error de concepto importante pretender humanizar las actitudes de los animales, y juzgarlas desde ese punto de vista. En realidad no hay nada que juzgar.

Muy distinto es el caso de las agresiones de perros, que de tanto en tanto vemos en los noticieros de TV. Si se entrena a un Dogo Argentino para cazar jabalíes o pumas, o a un Dobermann para ataque, estamos convirtiendo al animal en un arma de carne y hueso, y es nuestra responsabilidad manejarlo con la misma prudencia con que se manejan las armas de fuego.

Hay razas que durante muchas generaciones fueron seleccionadas, por ejemplo, para participar en las sangrientas riñas de perros. Hay que estar atentos en la selección genética,  responsabilidad de los criadores serios,  para evitar el exceso de agresividad. Muchas de las razas que conocemos fueron creadas para cumplir una función específica, que no es precisamente la que realizan en la actualidad. Por ejemplo, las distintas razas de Ovejeros o Pastores se seleccionaron  cruzando los animales más aptos para el manejo de la majada, el Dálmata  que originalmente fue un sabueso de la zona de Dalmacia, se seleccionó luego de introducirlo en Inglaterra, para trotar  junto a los  carruajes de los nobles. A esa pérdida de la función para la cual fueron creadas algunas razas se le suma la selección únicamente por belleza, que trae como consecuencia que se perpetúen comportamientos, defectos y predisposiciones, que no hubieran sido tolerados en animales especializados en algún tipo de trabajo.

En cualquier caso, la responsabilidad de una agresión siempre es en última instancia del propietario, y no debemos pretender trasladarla al animal, descalificándolo con el ridículo mote de asesino.

Los medios de comunicación no ayudan en este aspecto, y así se pueden ver películas de bandas de perros entrenados para matar o asaltar que deforman la realidad. Esto también sucede con cientos de muy interesantes documentales, muy  bien filmados, pero en los que invariablemente hay un relator que califica las acciones de los animales con criterios humanos. Se acompañan de muy truculentas músicas de fondo para las escenas de violencia, que en realidad forman parte intrínseca de la vida y relaciones entre las especies en naturaleza. De esta forma, frases como “el Rey de la selva” nos llegan como si realmente fueran ciertas, a tal punto que “la  ballena asesina” es un sinónimo de Orca, y apreciaciones supuestamente autorizadas por el conocimiento que nos remarcan “la dignidad del águila”, “la cobardía de la hiena” o “la repugnancia de los buitres”, no son más que meras deformaciones de la realidad.

En los tiempos que corren vivimos expuestos permanentemente a estas apreciaciones caprichosas en todos los aspectos de la vida. Los animales no pueden ser la excepción, la Homeopatía tampoco.




 


     

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