Numerosos son los problemas que plantea la convivencia de los animales con los habitantes en las grandes ciudades, y la Ciudad de Buenos Aires, por supuesto, no es la excepción.

Tenemos la firme convicción que todo intento de solución está condenado al fracaso si no se incorpora la educación como factor de cambio de alguno de los aspectos conflictivos de la relación entre los habitantes de la Ciudad de Buenos Aires, convirtiéndose entonces en meros paliativos para que el político de turno pueda decirnos que “algo se está haciendo al respecto”...

Detrás de la aparente trivialidad de “la caca de los perros”, “los ruidos molestos”, “la posibilidad de agresión de algunas razas de perros”, “los dueños que pasean a sus perros sueltos”, “los paseadores”, etc, etc, etc, hay una serie de situaciones cotidianas que disminuyen la calidad de vida de los ciudadanos.

Como si la inseguridad, los problemas de tránsito, la inundación de las calles cada vez que llueve, las dificultades económicas no fueran suficientes, ahí  están el perro del vecino, o el gato que anda por los techos, para agregar un granito de arena en esta lucha en que parecemos empeñados los porteños: hacernos la vida  lo más difícil posible.

Con la intención de colaborar para el cambio de algunos de estos hechos, nuestro grupo “Mas...cotas en tu ciudad”, formado por dos veterinarios, un abogado, una pediatra y una especialista en ciencias de la educación, hemos implementado el 1º Programa Educativo y Sensibilizador para la Tenencia Responsable de Animales Domésticos. El mismo consiste en charlas en las escuelas y otras entidades vecinales, fundamentalmente en la zona de influencia del Centro de Gestión y Participación Nº 7 (que abarca los barrios de Flores, Floresta y Caballito)

Además, mediante un relevamiento de datos estamos recogiendo la visión de la gente sobre algunos de estos temas. Es esta la primer encuesta estadística al respecto en la Ciudad de Buenos Aires.

En esta primera nota, vamos a analizar el tema relacionado con el microchip. La pregunta planteaba lo siguiente: ¿Le pondría a su mascota un microchip?. Se tomó una muestra de 186 personas, abarcando distintos estratos sociales, y todos padres de niños en edad de escolaridad primaria. De ellas sólo 27 (14,52 %)  respondieron que sí, 74 (39,78 %) respondieron que no, y  85 (45,70 %) no contestaron, tal como se ve en el siguiente gráfico:
 

Es evidente que la opinión negativa acerca del microchip, supera largamente a la positiva. La pregunta contaba con un espacio para agregar las razones de la respuesta, y aunque no fueron muchos los que la utilizaron, la mayoría coincidió en que era una propuesta “para sacarnos plata”, “para cobrarnos más impuestos”, ó que “solo lo cumplirían los tontos de siempre”.

Podemos inferir ciertamente con estos datos que existe en la gente un gran rechazo y una gran desconfianza a todas las medidas que se quieren implementar desde las administraciones municipales, y evidentemente el microchip no escapa a la regla.

Hacia fines del año 1997 se intentó implementar el uso del microchip por la ordenanza Nº 41831, asociado a la idea de sancionar a quién no recogiera las deposiciones de su mascota. Obviamente fue la peor forma para querer acercar a la gente este nuevo elemento, que además de lo explicado anteriormente genera rechazo por su novedad.

Actualmente el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires está tratando de aplicar gradualmente esta ordenanza,  pero desde una filosofía opuesta a través del decreto Nº 698, con el que se comienza con un acercamiento a la ordenanza, implementando solo un sistema de recolección de materia fecal en la vía pública.


Conclusiones
Hay que vencer resistencias:

- Culturales: porque se asoció a este método de identificación con el de los campos de concentración y con un sentimiento de excesivo control sobre los ciudadanos y sus actividades. Hay rechazo a que se implante un elemento extraño en el organismo a su mascota, relacionado esto último a la creciente "humanización" de los animales familiares.

- Impositivas: porque la opinión generalizada es que la identificación por este sistema solo  tiene como objetivo cobrar un "impuesto al perro".

- Legales: porque habría más posibilidades de aplicar medidas punitivas por las infracciones que pudieran cometer sus mascotas y porque la impresión  generalizada es que cada vez que se implementaron estos métodos de identificación “obligatorios” (medallas, tatuajes) no fueron ni siquiera cumplidos por quienes los legislaron.

Hay que llevarlo a cabo de manera eficiente:

- Campañas de concientización: crear conciencia de su utilidad e inocuidad a través de su difusión en artículos, entrevistas, reportajes escritos, radiales y/o televisivos. Incluirlo en  forma obligatoria en programas educativos para las escuelas.

- Convenios: con los clubes de criadores o federaciones, para que se aplique en los animales de pedigree ( actualmente lo está usando el Club del Viejo Pastor Inglés).

- Asociaciones: vincular la colocación del microchip con la vacunación antirrábica obligatoria. 

- Obtener datos estadísticos reales: para el control de la población de animales domésticos y para generar una base de datos que permita su identificación a distancia mediante una pistola lectora.

Para finalizar el microchip es un elemento pequeño, del tamaño de un grano de arroz, que se introduce en el cuerpo del animal con una aguja y jeringa común, en forma indolora, y que está fabricado con materiales inertes que no producen reacción alguna en el organismo del animal. Es INOCUO, es ECONÓMICO, es de FÁCIL APLICACIÓN, es EFICIENTE A DISTANA, y mientras no se aplique, no habrá manera de controlar la materia fecal de los perros en las calles, el abandono de animales, la pérdida de mascotas, las agresiones, la vacunación antirrábica obligatoria, y la actividad de los paseadores, la actividad inescrupulosa de los falsos criadores.

Hasta la próxima.
Grupo Mas...cotas en tu Ciudad






     

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