Por Dr. Miguel A. Tenreiro

La vieja astuta

De animales y veterinarios, me han referido la siguiente historia:

Al veterinario le costaba creer lo que veía. La mujer era muy vieja y cuando se sacó el gorro de lana cerca de 30 largas heridas suturadas, más de 120 puntos, y 2 hilitos cortos arriba de cada nudito , ¡ 240  hilos ! rígidos por la sangre seca. Parecía como si esa cabeza rapada estuviera protejida  por espinas.

La vieja le explicó al veterinario que se había desmayado y su perro, un foxterrier de pelo largo, le había estado mordiendo la cabeza mientras ella estaba inconsciente. No se había dado cuenta de nada. Despertó en el hospital y cuando pudo salir se enteró que un vecino había entregado al perro al Instituto Antirrábico. Allí, después de observarlo 10 días, lo iban a sacrificar. El plazo ya se cumplía y ella lo había querido sacar, pero era necesario que un veterinario lo pidiera por escrito.

El perro prácticamente le había arrancado el cuero cabelludo, podía haberla matado si la mordía en el cuello, o haberle desfigurado la cara, y la vieja igual quería llevarlo de vuelta a su casa. Era una actitud que el  veterinario tenía vista varias veces.

Como aquel pequinés que obligaba a sus dueños a dormir encerrados porque tenía la costumbre de subir a la cama mientras dormían, ¡para morderlos en la cara ! Los 4 integrantes de la familia llevaban la marca de  la diminuta bestia, y cuando les sugirió que lo sacrificaran, simplemente se fueron a buscar a otro veterinario que no les quisiera matar al perro, que le gustaran los animales.

O aquel matrimonio que tenía un mestizo de ovejero belga, al que un día se le ocurría que no entraba nadie a la cocina, otro día nadie en el comedor, y así. A ese cliente  lo perdió cuando le aconsejó que “ le diera a ese perro de mierda un fierrazo en la cabeza ”. Es que lo habían llamado a las 2 de la mañana para pedirle que fuera a la casa, porque el perro no los dejaba entrar al dormitorio.

Pero ahora estaba ante esta vieja, que lo miraba con esa mirada que ponen los chicos cuando quieren algo con desesperación. Le trató de explicar que era muy peligroso, que si se volvía a descomponer la podía lesionar más gravemente. Era posible que en esa situación el perro la hubiera desconocido,  pero aunque no tuviera la culpa  - un perro nunca puede tener la culpa- el riesgo era inaceptable.

La vieja se fue, con su tristeza y su gorrito puestos. El veterinario sabía que posiblemente el perro fuera el único ser que le prestaba atención. Sabía que hay gente que  pregunta la hora por la calle sólo para que alguien les hable.

Aunque había hecho lo correcto, sintió cierto alivio cuando días después se enteró que otro veterinario le había sacado al perrito del Instituto. Era posible que la vieja hubiera sido más astuta y no le hubiera mostrado las heridas a su colega.

Era peligroso, pero de todas formas vivimos destruyéndonos día a día, cuando comemos mal, fumamos, manejamos como locos, cruzamos las calles sin mirar, pensamos mecánicamente, siempre las mismas reacciones, dando vueltas en el mismo lugar la mayor parte de nuestras vidas.

Quizás el silencio la hiriera más que los dientes del perro. Podría ser cierto para ella, porque era una vieja estúpida. El  pensaba que la mayoría de los viejos son estúpidos, pero no por ser viejos, sino porque han sido estúpidos de jóvenes. Es mentira que con los años venga la sabiduría, lo único que viene solo con los años es la declinación, lo bueno no viene solo, hay que luchar, aunque más no sea luchar para estar atento el mayor tiempo posible y alejarse así de la confusión, que está en la base de todo lo malo, que quizás sea el mal en sí misma.

El  sospechaba desde hacía mucho tiempo, que la vejez es más una actitud  personal que una cuestión de edad, por eso no le tenía lástima a la vieja. El que es sabio, lo es de joven, como tantos miles en la historia de la humanidad. No instruidos, sino sabios, ya que sabio puede ser un analfabeto. No inteligentes, sino sabios. Algunos de los más inteligentes científicos trabajan en la creación de sofisticadas armas, ¡ para ponerlas a disposición de los políticos y  militares ! Se puede ser muy inteligente, y hacer nada más que estupideces.

La vieja se había llevado su soledad y su  estupidez , pero se había salido con la suya. Tal vez pensara que se había burlado de él pero se había burlado de sí misma, una vez más.  Y era astuta, ni siquiera inteligente, y mucho menos sabia.

La situación lo dejó  meditando varios días. ¿ Cómo hacer para que eso no le pasara a él, cómo zafar de este destino tan generalizado ?.

Tendría que hacer un esfuerzo para que no se le fuera la vida tan distraído, y ver un día, cuando ya fuera tarde para desandar el camino, qué había logrado.






     

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