Texto: Eliana Galarza
Revista
Viva
Algunos monos suelen tener más de una novia. Los
gorilas, por ejemplo, son uno de los más infieles
del reino animal. Pero no los únicos. Entre animales
es tan común la infidelidad que algunas especies
elaboran estrategias para contrarrestarla.
La mantis religiosa es un insecto
insaciable. En el momento del amor, el macho se aproxima
lentamente y salta violentamente sobre la hembra; si
lo hiciera con algún error de
cálculo, la mataría al instante. El peligro
no termina allí. Cuando ella siente a su amante
sobre sus espaldas, le corta la cabeza y termina de copular
con el cuerpo decapitado. El final es a toda orquesta:
la mantis devora a su compañero y no deja ni las
alitas.
El apareamiento caníbal, que también practican
algunas arañas, no es la única sorpresa del
reino animal. Costumbres como la monogamia, por ejemplo,
jamás fueron una asignatura a cumplir por imposiciones
culturales, como ocurre entre los humanos. Es más,
menos del 5% de los mamíferos son monógamos.
El resto se puede imaginar fácilmente: una lista
interminable de animales que hacen de la infidelidad (entendida
en términos humanos) su modo de vida. De hecho,
los etólogos que intentan explicar el comportamiento
de los animales se ocupan más de los animales monógamos.
Porque, en realidad, ellos son la verdadera rareza. Los
otros, como los gorilas, orangutanes, chimpancés,
bonobos o algunas aves, infieles las 24 horas, ya no sorprenden
a nadie.
Un dato: si entre las aves se pudiera
medir la paternidad fueras de la pareja, seguramente
alcanzaría el 30%.
Otro ejemplo de animal descocado es el del ratón
de pantano (Microtus pennsylvanicus). Se relaciona con
varias hembras y les prestan muy poca atención a
sus crías. El caso fue analizado por cinéticos
de la Universidad de Emory, en Georgia, Estados Unidos.
La culpa es de la hormona
Un estudio riguroso sobre estos
ratones develó que
la causa de su infidelidad podría estar en una menor
cantidad de receptores de vasopresina, una hormona conocida
como antidiurética. Los genetistas de Emory, a partir
de ese caso, intentaron revertir las costumbres de ese
ratón picaflor. Y lo lograron mediante un audaz
experimento. Aislaron el gen que regula cantidad de esa
hormona en los ratones de pradera (Microtus ochrogaster,
primos hermanos de los otros) y lo introdujeron en el de
pantano. El resultado no pudo ser mejor. El ratón
infiel cambió sus costumbres y eligió a una
sola compañera. Larry Young, uno de los científicos
que participó en el proyecto, le explicó a
la BBC la expectativa que tenía todo el equipo de
Emory sobre este tratamiento: “Esperábamos
buenos resultados porque pensamos que cuando los ratones
copula, la vasopresina activa un centro de gratificación
neuronal. Eso provoca que los animales le presten más
atención a con quién están copulando”.
Y, seguramente, de ese modo no les da lo mismo cualquier
ratoncita. “Quieren pasar más tiempo con la
compañera elegida”, redondea Larry Young.
No apto para esposos
Luego de todos los anuncios, científicos de esa
casa de estudios se vieron obligados a aclarar que el experimento,
hasta el momento, sólo puede realizarse en ratones.
Que no es posible hacer un cambio de genes en ningún
marido por pedido de alguna esposa que viva al borde del
ataque de celos. Entre los animales, tal vez a falta de
terapias de pareja, existen muchas alternativas para prevenir
la infidelidad. Algunos de esos mecanismos son efectivamente
salvajes.
Es común entre los mamíferos garantizar
la paternidad impidiendo que la hembra copule con otros.
Y para cumplir con ese objetivo, parece que todo vale.
Un ejemplo llamativo es el de la marta (Martes martes),
que para evitar que la hembra caiga en brazos de otros,
prolonga la cópula durante ocho horas. Un recurso
parecido es el que utiliza el jerbo (Meriones shawi), un
roedor que vive en el Sahara. Es capaz de penetrar a la
hembra 200 veces en menos de dos horas. Las mariposas,
en cambio, son más sutiles. Algunos machos rocían
a la hembra después de la cópula con una
suerte de antiafrodisíaco, una sustancia que actúa
como si fuera un repelente de machos.
Las hembras de esa especie también tienen sus
estrategias. Son capaces de aumentar la actividad sexual
para que el macho no se vaya pronto con otra. ¿El
más fiel? El cerátido, un pez que vive en
las profundidades abisales.