Cuando indicamos una cirugía en un animal viejo, es porque no existe un método mejor para tratarlo. No se justifica entonces privarlo de esta oportunidad, y menos considerando que hoy en día usamos anestésicos con muy bajos niveles de toxicidad, e incluso, en caso de ser necesario, algunos colegas, especialistas en anestesiología, disponen de aparatos de anestesia inhalatoria que pueden además proporcionar respiración asistida a sus pacientes.
Esto no quiere decir que no haya riesgo, porque siempre que se hace algo se corre un riesgo. Se debe aceptar el riesgo quirúrgico, cuando es calculado por un profesional responsable y la cirugía es el único camino para que nuestro viejo amigo continúe su vida de manera digna. La alternativa a esto es la inacción, y simplemente dejar morir a una mascota que nos ha acompañado muchos años brindándonos su cariño y lealtad, o bien sacrificarlo antes de tiempo para ahorrarnos las molestias de tratarlo y quitarnos el problema de encima en una forma rápida y “práctica”.
Siempre es mucho mejor intentar la cirugía, y si de todas maneras se produjera la muerte durante la intervención o en el postoperatorio, tanto el propietario como nosotros, y hasta nuestra querida mascota, habremos hecho todo lo posible.
Invocar el “peligro de la anestesia”, hoy en día no tiene sentido, los profesionales idóneos en el campo quirúrgico pierden muy pocos pacientes durante las cirugías.